En la basílica de la Santa Sangre se venera una ampolla con lo que se dice que es la sangre de Cristo. Llegó a Brujas desde Tierra Santa durante las Cruzadas junto con el mito de El Santo Grial.
La basílica de la Santa Sangre son en realidad dos pequeñas capillas. Eran las capillas del antiguo castillo de los condes de Flandes . Ambas han conseguido llegar en pie hasta hoy, en parte quizás por lo que guardan en su interior: la ampolla que, según la tradición, contiene sangre de Jesucristo que fue recogida al pie de la cruz por su tío Juan de Arimatea.
La reliquia llegó a Brujas en tiempos de las Cruzadas, aunque hay dos versiones sobre cuándo exactamente. La primera versión la puedes “leer” sobre la entrada principal. Dice que la trajo de Tierra Santa el Conde de Flandes, Thierry de Alsacia (el guerrero dorado que está a la izquierda de la puerta). Fue en el año 1150. Thierry participó en la Segunda Cruzada y, según esta versión, le entregó la reliquia allí mismo el rey de Jerusalén. Según la segunda versión, la Santa Sangre llegó un siglo más tarde. El protagonista es otro Conde de Flandes, en esta ocasión, Balduíno IX, que se fue a la Cuarta Cruzada, y participó en el saqueo que los cruzados hicieron en Constantinopla. La reliquia procedería de ese saqueo.
Desde la Edad Media se considera que el Santo Grial era la copa con la que Jesús celebró la última cena. El origen del mito del Santo Grial hay que buscarlo en Felipe de Alsacia (el guerrero dorado que hay a la derecha de la puerta principal). Felipe participó en dos Cruzadas. Según parece, de su primer viaje a Tierra Santa trajo un misterioso manuscrito y se lo entregó a su “escritor de cámara” para que hiciese con él un relato de caballerías. Ese escritor era Chrétien de Troyes. La obra se tituló Perceval o el Cuento del Grial. Pero Chrétien murió antes de terminarla, y dejó un misterio abierto para siempre. Estos dos guerreros dorados tendrían mucho de qué hablar.