En lo alto de Malá Strana (“ciudad pequeña”), la parte más monumental y conocida de Praga, se encuentra el Castillo. Y en su interior la magnífica Catedral de San Vito, también dedicada a San Wenceslao y San Vojtech. Su construcción comenzó en 1344 y, tras varias épocas y arquitectos diferentes, abrió sus puertas al público a finales de 1929.
La catedral alberga la tumba de Wenceslao IV (El rey bueno), las Joyas de la Corona, y es el lugar de coronación de los reyes de Bohemia.
Para muchos, la parte más impresionante de la catedral es la fachada sur. Sirvió durante muchos años como puerta principal debido a esa gran belleza.
En esta parte se alza una torre de casi 100 metros de altura y se puede admirar la la Puerta Dorada. Sobre ella, destaca un gran mosaico de origen veneciano, realizado en las fábricas de cristal en Bohemia y en el que se encuentra representado el Juicio Final.
Las fachadas oeste y norte también son muy bonitas. Aunque encontrarás que tienen un aspecto mucho más envejecido. Y es que debido a la humedad lucen mucho más negras que las otras, algo muy típico en esta ciudad.
El exterior es increíble, pero la verdadera belleza se encuentra entre sus paredes. Merecen especial atención las grandes vidrieras, que hacen que el templo esté iluminado de una manera muy especial. Y también hay que destacar su espectacular bóveda, sostenida por elegantes columnas.
Sin embargo, la catedral encierra varios tesoros de enorme valor: