Hacia la mitad de la Edad Media, en Europa la mayor parte de la gente vivía en el campo. Eran trabajos como siervos de los señores feudales. Pero en Gante las cosas eran muy distintas. Sus habitantes habían conseguido crear una de las primeras ciudades del continente.
Todo fue gracias a este puerto que tienes delante. O mejor, gracias a la riqueza que obtuvieron fabricando los más espectaculares tejidos que se habían conocido nunca: los preciadísimos paños de Flandes, que desde estas aguas llegaban a todos los rincones del continente.
El señor de la ciudad era el Conde de Flandes. Pero quienes estaban al frente de toda esta actividad comercial eran los “burgueses”. Ellos compraban la lana, dirigían la producción y luego la vendían en las cuatro esquinas de Europa. Así, pronto acumularon una enorme riqueza. Y, al ser tan ricos, no estaban dispuestos a someterse a los caprichos de los nobles. Esto, lógicamente, causó constantes conflictos a lo largo de los siglos, y fue forjando la personalidad de la ciudad: emprendedora y testaruda.
El puerto son en realidad dos muelles: el Muelle del Grano (el Korenlei) y el Muelle de las Hierbas (el Graslei). Esto era un auténtico ir y venir de barcos. No sólo transportaban lana y tejidos. También traían madera, vino, trigo… Todo lo que necesitaba una ciudad de más de 60.000 personas.