¡Qué raro se me hace! ¡Pero qué ganas tenía! Y es que esta fantástica preboda en Toledo con Carlos y Celia llevaba mucho tiempo entre los archivos protegidos de mi ordenador. Y sólo por una razón. En su boda regalaron alguna de estas fotografías a sus familiares y tenía que mantener el secreto total.
Ahora, después de la boda para el recuerdo de Carlos y Celia, ya puedo enseñaros con mucho orgullo y alegría la pedazo de preboda que hicimos por la ciudad.
Esta sesión siempre es la primera toma de contacto de los novios con el fotógrafo en acción. Incluso muchas veces la primera vez que las parejas se ponen delante de una cámara, así que es normal que los nervios siempre estén presentes al inicio.
Pero una vez se olvidan de la cámara y comienzan a disfrutar de una tarde juntos, la esencia de la pareja hace acto de presencia sin que haya que hacer más que capturarla.
Parece que no se le diera la importancia necesaria, pero muchas veces, gracias a estas sesiones la pareja llega mucho más tranquila al gran día. Digamos que llegan entrenados para obviar la cámara, haciendo el trabajo del fotógrafo un poco más fácil.
Algunos dirán que Toledo, ya de por sí, es una ciudad que impresiona. Un lugar en el que tomar fotografías espectaculares es mucho más sencillo. Pero no nos engañemos. Hay que encontrar el equilibrio entre el paisaje y el de los verdaderos protagonistas, la pareja.
La preboda en Toledo con Carlos y Celia es justamente eso, equilibrio. Entre ellos y el lugar. Una interacción de complicidad, de ternura, de sentimientos que provocan miradas, risas, abrazos y besos. Esa calma rota por la espontaneidad del momento que los hace disfrutar como si nada más importase.
Y así es como presento estas fotografías. Con la felicidad de quien ha disfrutado de una pareja increíblemente maravillosa, de quien ha vivido unos momentos únicos y de quien ha fotografiado sentimientos tan bonitos que remueven el alma.
Gracias por todo, Carlos y Celia.