Primera Comunión en estudio
Fotografiar una Primera Comunión en el estudio puede ser algo realmente bonito. Sobre todo cuando la sencillez y la sonrisas hacen acto de presencia.
Hoy os voy a presentar a Irene, una de nuestras últimas comuniones. Ella comenzó algo cohibida delante de la cámara. Sí, porque es lo normal. Hay que entender que se trata de un ambiente nuevo y con un fotógrafo que no conocen. La cámara, los flashes y esa sensación de que están pendientes de que hagas algo para hacer el click puede resultar paralizante. Por eso, en mi experiencia, lo mejor que podemos hacer a la hora de realizar una sesión con niños es ser tan disfrutones como ellos.
Así es como entiendo la fotografía y por eso mis sesiones de Primera Comunión en estudio no son, ni serán, nada parecido a lo que entendemos por convencional. Lo importante no es la foto, ni siquiera el vestido. Y aquí alguna madre podría dejar de leer, pero entiéndame: lo mejor de las fotos es la emoción de los niños.
Cuando pasen los años podremos recordar poco o muy poco del atrezzo, del vestido, del peinado, de los complementos, pero la sensación de aquella sesión siempre quedará en los más pequeños. Y es ahí donde el fotógrafo debe buscar esa complicidad con el niño para sacar lo mejor de él: esa sonrisa, esos nervios que se traducen en gestos, esa espontaneidad que los hace únicos.
Primera Comunión de Irene
Y ahí es donde nacen las verdaderas y bonitas fotografías en un estudio. Irene se lo pasó genial una vez los primeros nervios desaparecieron. Incluso bailamos. Aunque sobre todo, reímos. Y por si fuera poco, la sesión se vio dinamizada por los hermanos y por las primas que nos terminaron por regalar momentos tan bonitos como divertidos. No los he puesto todos, claro, pero aquí va un pequeño resumen de la sesión. Espero que os guste tanto como a mí.