Es una de las dieciocho y extintas puertas de entrada a Berlín. Además se trata de uno de los símbolos más importantes de la ciudad. Inaugurada en 1791 junto a la Pariser Platz, es un símbolo del triunfo de la paz sobre las armas.
Está inspirada en el propileos de la Acrópolis de Atenas. Consta de cinco entradas separadas por seis columnas dóricas a cada lado. Los tres pasajes centrales podían ser atravesados únicamente por miembros de la realeza, y los dos laterales eran destinados a los ciudadanos comunes. Además, su construcción de arenisca supone uno de los mejores y más hermosos ejemplos del Clasicismo alemán.
El rey de Prusia, Federico el Grande, encarga su construcción al arquitecto Carl Gotthard Langhan entre 1788 y 1791. En 1793 se le añade la cuadriga con la diosa de la paz que señala hacia el entonces centro de la ciudad, en dirección Este. En 1806 el ejército francés a las órdenes de Napoleón invade Prusia y se lleva la Cuadriga a París. Ocho años después, el mariscal Von Blücher la recupera y transforma la Diosa de la Paz en la Diosa Victoria, añadiéndole una cruz de hierro y un águila prusiana.
Tras su construcción, la Puerta de Brandeburgo gozó de gran esplendor. Vio pasar bajo sus arcos a los miembros de la realeza, las tropas de Napoleón y presenciando algunos desfiles nazis. Sin embargo, la tranquilidad de la Puerta de Brandeburgo terminó tras la llegada de la Segunda Guerra Mundial. Ésta causó graves daños a la estructura y prácticamente destruyó la cuadriga.
En 1961, tras la construcción del Muro de Berlín, la puerta quedó perdida en tierra de nadie. Atrapada entre el este y el oeste, sin que prácticamente nadie tuviera acceso a ella. Tras la reunificación de la ciudad, la Puerta de Brandeburgo, después de tantos disgustos, por fin recuperó el lugar que se merece.