La plaza del Mercado del Grano, justo a la espalda del puerto, es la otra cara la de historia. Aquí había viviendas y las casas de otros gremios que no necesitaban estar junto a los muelles. Pero sobre todo, estaba su iglesia, la iglesia de los burgueses: San Nicolás… ¿o tal vez la iglesia de Santa Claus?
Desde fuera es muy llamativa, con esas pequeñas torres con sus tejados puntiagudos que le dan cierto aspecto de castillo de cuento. Y es que es una iglesia llena de recovecos, de historias con doble significado.
La iglesia es como si fuese un espejo de la propia vida de la ciudad. Potente y orgullosa, pero con una larga y dura historia por sobrevivir. Hace ya 400 años aparecieron serios problemas de construcción. El terreno original era pantanoso y con los siglos ha ido desestabilizando toda la construcción.
La visita al interior no te va a dejar indiferente. Fue saqueada durante las guerras de religión cuando los españoles gobernaban estas tierras (en 1566). Y los iconoclastas destruyeron prácticamente toda la decoración. El resultado es un interior absolutamente austero aunque, eso sí, inundado de luz gracias a los enormes ventanales.
Esta iglesia está dedicada a San Nicolás de Bari que ,como ya sabes, era protector de marinos y comerciantes. Vivió hace casi 1700 años en lo que hoy es Turquía, y durante siglos fue muy venerado en los antiguos Países Bajos, tierra de comerciantes y marinos. Desde la Edad Media se le veneró también como protector de los niños, y se convirtió en tradición, en el día de su onomástica, entregar regalos a los más pequeños.